Wikileaks nos ha echado un cable, el #Sindegate.

Hay una serie de realidades que nos envuelven estos días que están relacionadas de una manera u otra.  Por un lado tenemos a Wikileaks y su principal abanderado Julian Assange. Perseguido por gobiernos y periodistas en medio de esa campaña de descrédito a la que creo personalmente está siendo sometido por ser la cabeza visible de toda la organización responsable de la filtración de los más de 250000 documentos que todos conocemos como el #cablegate.
Localmente hablando tenemos que ha llegado el momento de votar la #leysinde. Esa ley anticonstitucional que, entre otras cosas, pretendía crear una órgano administrativo que se saltase a la torera todo el sistema judicial español para poder cerra webs a su antojo en pos de sociedades como la SGAE. Y esto, no se confunda, no era una ley antidescargas, no atacaba solo a las páginas de enlaces. Esto atacaba a todas y cada una de las webs que forman Internet, a la ciudadanía, a la libertad de expresión y algún que otro derecho constitucional.

Ayer fue un día largo en el congreso. Y si no que se lo digan a gente como Mirentxu Mariño que retransmitío vía Twitter todo el proceso en una jornada maratoniana. Tras el colapso de webs como las del PSOE o CIU tras el ataque DDoS de grupos hacktivistas varios llegaba el momento en que se debía votar a esta ley de economía sostenible renombrada, muy acertadamente, como Ley Sinde. Así, tras las intervenciones por parte de todos y cada uno de los grupos políticos presentes en el congreso, creímos, llegaba el momento de la votación. Cual fue la sorpresa al ver que ésta se retrasaba una  y otra vez hasta, finalmente, alrededor de las diez de la noche en el pleno de la sesión se llegaba a la solución que todos esperábamos. La Ley Sinde como parte de la LES (Ley de Economía Sostenible) era denegada. Ella y la LES entera por ser, como afirmaban ciertos políticos, «confusa en muchos sentidos».

¿Y bien? ¿Cuál es la interpretación de todo esto?

En mi opinión, e intentando hacer converger un poco todo, creo que la denegación de la ley ha sido posible gracias a dos puntos bien diferenciados. Primero porque los grupos políticos en los que el PSOE buscó el apoyo para que ésta saliese adelante tenían pretensiones que los primeros no estaban dispuestos a cumplir. Muy a modo del antiguo trueque los que tenían patatas querían tomates pero no se llegó a acuerdo alguno. Así, y como muchos deseábamos el apoyo no llegó y con él la Ley Sinde se quedó por el camino.

Y segundo. La presión popular. Internet ardió como nunca, (aunque no saliese de ahí) y un gran número de personas nos inmiscuimos en este proceso de presión de alguna manera. Un breve tweet, ataques DDoS, una publicación en el muro de Facebook o el simple hecho de comentarlo, del boca a boca. Que se supiese que no estábamos de acuerdo. Y yo me pregunto ¿ahora qué? ¿Ha marcado esto, como dicen algunos, un antes y un después en el significado de democracia? ¿Es esta la llamada democracia 2.0? ¿Participativa? ¿Dónde la ciudadanía sí tiene algo que decir? ¿Dónde no somos esclavos de nuestro voto durante cuatro años?

Pues oye, servidor no tiene ni idea, pero sí que pienso que si por algún sitio se ha de empezar es por aquí. Por el de utilizar este abanico de nuevas herramientas que nos brinda el avance de la tecnología y más en concreto Internet para hacernos, no oír, no, escuchar. Ya no es mero volumen, es voz. Al menos en algún sentido que ahora mismo desconozco pero que, por lo que se ve, tiene sus efectos. Es imposible mirar para otro lado cuando tienes a un colectivo diciéndote una y otra vez «no estoy de acuerdo, vuelve a preguntarme».

¿Esta democracia participativa está cerca? Tampoco lo sé. Lo que sí sé es que gracias a todo esto se ha denegado una ley generada y casi impuesta por lobbys y gobiernos externos en pos de sus propios intereses y no el de los nuestros. Leí ayer que la democracia es «eso en que el pueblo elige a los que obedecen a los que mandan». Y parece que cambia. Y aquí es donde entra Wikileaks ya que ha sido gracias a los cables publicados por El País por los cuáles hemos sabido, a ciencia cierta y lejos ya de cualquier sospecha infundada, que sí, que esto es así, que las presiones llegan y que como me decía cierto amigo mío ayer mismo, esto pasa como en cualquier patio de vecinos, y presidentes de ambas comunidades se cambian cosas. Y ahí, parafraseándonos todos un poco surgió el #sindegate y yo, como vecino del 2º he logrado estar al corriente y no estoy por la labor así que gracias Wikileaks por echarnos un cable en este sentido.

En cualquier caso no cantemos victoria tan rápido, la ley ahora pasa al senado en otro proceso que se antoja cinematográfico como muy bien explica en Periodismo Humano David Martos.