Tengo un plan. Hacer planes.

Cabe decir que ahora mismo estoy escribiendo desde el salón de mi casa. Y desde la cama, desde ahí también. Y sí, desde los dos sitios a la vez. Después de un día kilométrico en el que he terminado los últimos detalles con eso que llaman ‘paro’ he ido a comer pulpo a la gallega acompañado, como debe ser, de un buen albariño. Ha durado poco. Tanto Víctor (Kuku para los amigos) como yo  dimos buena cuenta de él antes de ponernos manos a la obra, literalmente. He pintado la habitación y ahora, tras dos años de negro y rojo, ha vuelto a la normalidad. Al blanco neutro. Son como las 23:50 ahora mismo y quedan poco más de 5 días para que salga hacia Wales. Juventud en acción, así lo llaman. Y aunque así es para mí son muchas cosas más.

Hará alrededor de un año y conforme pasaba el tiempo me dí cuenta que eso de la informática, aún sin poder quejarme demasiado, no era algo que me terminase de llenar. Necesitaba más movimiento, trabajar de pie y, sobre todo, con personas; requisito imprescindible que le pongo a la vida desde entonces: rodearme tanto como pueda de personas. De aprender de ellas y dar lo mejor que pueda de mí. Siempre ha sido así pero fue el ámbito laboral el que me hizo darme cuenta que si quería ser completamente feliz tenía que hacer algo con mi tiempo en el que esa inquietud estuviese presente. Apareció, como de repente, la palabra voluntariado. Dos sesiones de información y un año después todo ha salido (o está saliendo) tal y como había planeado. Tal que un 19 de Enero como ahora mismo pero en 2010 acudí a informarme sobre todo este tinglado cooperacional, a ver qué se cocía. Calculé que si mandaba todo a la mierda y me enfrascaba en todo este lío debería tener unos meses de prestación por desempleo. La fecha se alejaba hasta hoy más o menos. Un año me dije. Y aquí estoy, 365 después contando que, y a base de pensar que todo va a salir bien, efectivamente las cosas han y están saliendo bien. Que dure.

Sigo.

El plan, bien pensado, era el siguiente. Trabajar mientras pudiese de programador informático y buscar un proyecto que aunase de alguna manera las inquietudes sociales y psicológicas que, casi sin querer, he ido desarrollando. Así, y como rezaba hace un párrafo, me marcho a Wales, a un hospital psiquiátrico y una residencia de día en funciones de integrador social. La experiencia, como mínimo, se antoja curiosa.

«Ya que has abierto el melón, no pares» – Mi padre

Todo esto dura, de momento, seis meses pero, como bien dice mi padre, pretendo no parar. Es el momento de viajar, de conocer mundo. No dependo de nadie y nadie depende de mí. Lo haré.
Por otro lado una de las muchas cosas que me da energía de todo esto es la salida de esa rueda gigante del pagar y consumir. Es decir, aunque esto estrictamente literal es imposible, he conseguido, casi sin darme cuenta, cambiar de ciudad, de idioma, dejar de pagar piso, gasolina, vender el coche, tener un trabajo que desempeñar, un techo para dormir, gente nueva para conocer, tiempo para desarrollar aún más la fotografía y nada que pagar a ningún banco. Me he salido, de momento, de eso que llaman capitalismo. Estoy de puta madre… qué cojones, muy de puta madre.

Para colmo estoy recibiendo antes de irme el cariño de mucha gente que mola mucho y que me importa. Cierta personajilla me dijo la semana pasada que una de mis cosas buenas es mi capacidad de introspección. Como me sonó tan bien, y aunque me hacía una muy buena idea de lo que significaba, acudí a la wikipedia, a ver qué decía. Y cito:

«La introspeccióninspección interna es el conocimiento que el sujeto tiene de sus propios estados mentales. Así mismo es la condición previa para conseguir la interrupción del automatismo de la indignación y hacer una nueva valoración.»

Ahora casi me gusta más. Total, que, y como bien dice la cita, tras mucho pensar sobre lo que me viene mejor ha llegado el momento de hacerlo. Ahora el plan es no dejar de hacer planes. No tiene pérdida.

Siete dudas y media de casi nada.

¿Si se hace negocio con ello es arte?

¿Si tiene publicidad es política?

¿La economía es eso que habla acerca del dinero?

Haces X. Dices que has hecho X. Usas el haber hecho X como respaldo de tus convicciones y/o argumentos. ¿Eso rula?

¿Los consejos tienen derechos de autor? ¿Educadores, psicólogos y demás deberían cobrar en royalties?

¿Considerarme humilde es humilde?

¿La incertidumbre del ‘Y si…’ me acerca al final? ¿Si hay final tiene cabida la incertidumbre?

Practicidad

Está el que viste de una manera porque es cómodo y está el que lo hace porque es una moda, porque quieren que esa ropa les defina de alguna manera. En este sentido como en tantos otros la practicidad dicta entonces hasta qué punto somos realmente sinceros con nuestra ética y si ésta (y por consiguiente el intento de alcanzar sus máximas) es una actitud o una aptitud que queremos que se asocie a nuestro nombre como un parámetro más.

Responsabilité

Sahara, Todra, MarrakechEl sentido de la responsabilidad social nace desde la no-complacencia con uno mismo, el pensamiento crítico y el no dejar que la percepción sobre nuestras actitudes y aptitudes nos defina. No es el «soy», es el estoy. La actitud. Todo aquello que nos forma. Desde la moralidad y la ética, pasando por las costumbres y el arraigo cultural, la empatía y la tolerancia. Todo eso deben ser actitudes, no algo que se pueda vender al resto. No es algo que se tenga que contar al despedirte pulgar hacia arriba o guiñando un ojo. Eso y el aprender a poner en tela de juicio nuestros actos desde un espectro hipotéticamente razonable.

Definiciones

El amor es eso que pasa cuando de repente una persona llama a tus ideas y las hace cambiar de opinión. Cuando te muestra esa otra forma de ver las cosas que, estando ahí, habías obviado y te das cuenta de quea parte de su veracidad son buenas y radican en la empatía, en el amor por los pequeños detalles. En el estar atento y en disfrutar, en proteger al de al lado y aprender de él. En ser transparente, sincero y humilde. En tener presente que, por encima de todo, la vida siempre gana. Tiene que ganar. En no dudar y en permanecer optimista. Y en utilizar todo eso no como un rasgo de la personalidad. No buscar que eso te defina. No es un rasgo, es una actitud y en el poder de cuídarla y tener un pensamiento crítico sobre ella, en mantenerte alerta… en eso estás tú. Uno mismo.

El escepticismo de lo relativo.

Por mi parte, no tengo la menor duda de que, a pesar de que sea normal esperar progresos en física, las doctrinas actuales acerca del mundo están en estos momentos más cerca de la verdad que cualquier otra. La ciencia nunca es enteramente cierta y muy a menudo es bastante falsa, pero tiene por lo general más posibilidades de ser cierta que las teorías no científicas. Por tanto es razonable aceptarla hipotéticamente.

-Bertrand Russell

Leo también en ‘Mas allá de las imposturas intelectuales’ lo siguiente:

Para ilustrar esto vamos a considerar un ejemplo que se sitúa a medio camino entre el conocimiento científico y el cotidiano: una investigación criminal. En algunos casos, ni siquiera el escéptico más acérrimo sería capaz, en la práctica, de dudar que se ha encontrado al culpable: la posesión del arma, las huellas dactilares, la prueba del ADN, documentos, el móvil del crimen, etcétera, apuntan a una misma persona. Sin embargo el camino que conduce a esos descubrimientos puede ser considerablemente complicado. El investigador tiene que tomar (relacionadas con las pistas que debe seguir o con los indicios que debe buscar) y aventurar deducciones provisionales en situaciones en las que carece totalmente de información. En casi todas las investigaciones es necesario deducir lo que no se ha observado (quién cometió el crimen) de lo observado. Y en ellas, como en la ciencia, unas deducciones son más racionales que otras. La investigación podría haber sido una chapuza, o la policía podría haber inventado los indicios. Pero no hay forma de decidir a priori, independientemente de las circunstancias, qué distingue una buena investigación de una mala, ni nadie puede garantizar por completo que una investigación determinada haya llegado al resultado correcto. Tampoco se puede escribir un tratado definitivo sobre La lógica de la investigación criminal. Sin embargo, y ésta es la clave de la cuestión, nadie duda de que, en algunas investigaciones (en las mejores), el resultado corresponde efectivamente con la realidad.

Activismo para la galería.

Si hay una cosa que me jode sobremanera en estos tiempos de escarnio y prosapia es lo que yo tiendo a llamar ‘activismo para la galería’. Es esa actitud, remilgada no-lujosa, «perroflautica» por momentos, arraigada en uno mismo y con un cierto toque de erotismo deliberadamente interesantoso alrededor de la imagen personal.

«Que yo me quejo, que no me gusta como van las cosas». Eso escucho a veces, y ojo, servidor se mete en este saco de hipocresía porque es realmente difícil no caer en en el ser fatuo e irreductible con actitudes contrarias. En el nazismo de la palabra y en la discriminación por artículo 33 de, y desde la confusión y la subjetividad de la percepción, las ideas banales y vulgares.

Hablo a veces con mis compañeros de piso sobre el verdadero significado de la palabra ‘transgredir’. Leí por twitter el otro día que transgredir es mostrar la estupidez de las estupideces, de hacer pensar en el cambio, de erradicar el pensamiento generalizado que dice que la búsqueda de este es por momentos idealista y utópica.

Yo discrepo. Se puede. Hay que querer. Ahora, hay un momento en que alcanzas una forma de pensar, politicamente correcta, moralmente neutra, escéptica incluso y abierta a nuevas ideas para con uno mismo en las que cuesta, y mucho, tolerar cierto grado de estupidez. Porque esto viene del vender «que no te estoy vendiendo nada», del embaucar con la palabra, por medio de la neutralidad. Y funciona, hace pensar y recapacitar y dices «joder, es verdad». Pero es pura teoría meritocráticamente obtenida, lejos del hacer y de la puesta en práctica.

Trato de erradicar de mi mismo esa visión autocondescendiente que me dice que estoy haciendo bien las cosas, y me pongo en tela de juicio sobre todo lo que hago o dejo de hacer. Busco la autenticidad de mis actos, porque si una cosa tengo clara es que la conciencia quiero tenerla tranquila. Porque solo cada uno de nosotros sabe si es realmente auténtico a la moralidad que profesa, que «vende» o regala.

Porque es llegado a ese punto de pensamiento, en el que tienes más presente cada día el ponerte en la piel de los demás, en el que sabes que hay gente que tiene mierda que tragar, ese día es en el que te tienes que poner a actuar. No pido culpabilidad sobre eso, este mundo tiene cosas que no gustan a nadie, otras que no gustan a unos pocos y al revés. Todo el mundo tiene algo de lo que quejarse pero abogar por la desidia y tirar por ese camino que prefiere el propio devenir de las cosas, el llevarse por la corriente y demás es el que lo hace hipócrita. Lo que te joda, trata de cambiarlo. No es culpabilidad, no, nadie debe sentirse así por aquello que escapa a sus competencias pero sí es responsabilidad. Responsabilidad a la hora de informarse o de informar, de actuar y de hacer ver ese error. Porque si lo cuentas, lo transmites mientras te tomas unas cervezas o vas camino del cine es deliberadamente cabrón el luego ampararse en «es que solo soy un granito de arena de este vasto desierto».

Allá cada uno con el erotismo de la galería. Queda muy bonito saberse más listo que el resto, creer imperiosamente en tu forma de ver las cosas pero luego no hacer nada. Eso está feo. Los que hacen del activismo y el hacer pensar una moda son los verdaderos hipócritas de todo esto. ¿La solución? Haz lo que crees. Esto es, no bajarse los pantalones y apretar el culo cuando te quieran joder. Si es injusto, hazlo saber.

Con todo y eso todo este artículo podría ser precisamente lo que critíco, autorreferente en sí mismo y redundante. Pero solo yo, mientras lo escribo, puedo saber verdaderamente las cotas de autenticidad que tiene esto que digo, si es desde el corazón o no. Allá cada uno.

Banksy o el límite de decir lo que me dé la puta gana.

Antes de nada hablar un poquito de este hombre, para el que no lo conozca. Cito de la Wikipedia: «Banksy es el pseudónimo de un prolífico artista del graffiti británico. Se cree que nació en Yate, localidad cercana a Bristol, en 1974, pero los datos acerca de su identidad son inciertos y se desconocen detalles de su biografía. Su arte urbano combina escritura con una técnica de stencils muy distintiva, similar a Blek le Rat, quien empezó a trabajar con stencils en 1981 en París; y miembros de la banda de anarco-punk Crass, que mantuvieron una campaña con stencils en las instalaciones del metro de Londres a finales de los 70’s e inicios de los 80’s. Banksy reconoció la influencia de Blek diciendo «cada vez que creo que he pintado algo ligeramente original, me doy cuenta de que Blek Le Rat lo hizo mejor, sólo veinte años antes.» Sus obras se han hecho populares al ser visibles en varias ciudades del mundo, especialmente en Londres.»

Si habeis estado en Londres, con suerte, os habréis podido encontrar alguna de sus obras. Se caracterizan principalmente por hacer apología de lo políticamente incorrecto. Tienen un alto contenido de crítica a la sociedad, a gobiernos, al consumismo y en general a todo eso que hace que llamemos a este sistema como tal, es decir, capitalismo.

Ojo, y hago un inciso, no quiero caer con todo esto en el eterno debate acerca del capitalismo, no vengo a comentar los fallos que para mí tiene como he hecho otras veces pero sí que es cierto que en parte todo este artículo radica un poco por ahí. Ya iréis viendo de qué va la vaina.

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El ‘Big Bang’ es una onomatopeya: Dimensiones y consciencia

Comienzo así la serie ‘El Big Bang es una onomatopeya’ hablando de dimensiones y consciencia, la serie de posts que quiero dedicarle a esta delgada línea que une la física teórica y la filosofía desde mi más humilde (des)conocimiento, que no es mucho dicho sea de paso. Inagurado queda.

Al grano, hablando el otro día con Nacho Abad (uno de los psicólogos jeje) salío el tema de los estados de consciencia alterados, ligado directamente con el concepto de «muerte», no biológica sino general. La muerte de la imagen del «yo» y por consiguiente de toda la realidad perceptible. Se dice que con la meditación se puede llegar a estados de consciencia con los que, supuestamente, se podría llegar a concebir la realidad de maneras muy diferentes dimensionalmente hablando. Conocemos así tres dimensiones espaciales y una temporal pero podría haber muchas más. Se dice…

Mi opinión al respecto es que, aún no pudiéndolo asegurar empiricamente de ninguna manera… quiero creer y de hecho creo que la naturaleza es sabia. Y lo explico. Podríamos decir que las verdades absolutas nacen de la idea en la cual se mezclan, como el colacao con la leche, el observador y el observado. Extrapolando eso a la dimensionalidad de las cosas podríamos decir que la verdad más absoluta de todas, perceptivamente hablando, es la cual en la que el universo se observa a sí mismo. Así es tal y como son las cosas. No hay nada más absoluto que eso.

Son muchos los que defienden que existen otras dimensiones, y aquí es donde entra mi «yo» más nazi y lanza la pregunta. ¿Y si la naturaleza está en lo cierto y la percepción humana de las dimensiones espaciales y temporal es la correcta? ¿Y si las cosas son tal y como las percibimos? ¿Y si la información que tenemos es correcta? ¿Y si la percepción resultante del proceso en el cual el observador es el observado (en este caso el «todo» o universo) es la misma que la percepción humana? Que cada uno saque sus conclusiones.
Hablando también de la parte de la consciencia decir que lo más sincero a observar, otra vez, es ese estado en el que te muestras tal y como eres para contigo mismo. Se podría entonces, en un estado alterado de consciencia, mientras te auto-observas «morir» de alguna manera. Desdoblarse de tal manera que el pensamiento carezca de sentido y con él las ideas, las dimensiones y lo más importante: los conceptos. En ese momento completamente objetivo se podría decir que has «muerto» pero la muerte totalmente real solo se puede conseguir si llega en el tiempo. Puede no percibir el largo, el ancho y el alto ni los colores ni el tacto de las cosas pero la pregunta correcta ante todo esto es ¿volveré a hacerlo? Soy de los que piensa que la percepción no es vinculante para la existencia de las cosas. Semánticamente hablando podría decir incluso que sí podría ser vinculante pero teniendo siempre en cuenta que el marco y el contexto, el espacio y la linea temporal hacen de observadores de la realidad que ellos mismos constituyen. ¿Creeis pues que es necesario observar algo para que exista?

Y para joder un poco más con preguntas tocapelotas… sed sinceros con vosotros mismos. Desarrollando la idea de la percepción podríamos decir que cuando llegue la muerte de la imagen de nuestro «yo», de nuestro pensamiento y termine en el tiempo ¿dejará de existir todo? ¿creeis entonces que con vosotros muere el «todo» o que quedará algo o alguien ahí para comentarlo en petit comitè?

Bueno, este es un post de enganche en el que lanzo más preguntas de las que resuelvo (algo obvio por otra parte). Me gustaría que me dejarais comentarios con vuestras opiniones al respecto. Volveré.

O no.

La desconceptualización

Una de las cosas buenas que tiene Twitter (independientemente del poder que tiene comunicacionalmente hablando…) es que a menudo te encuentras con frases que te hacen pensar y acabas desarrollando una idea. Bueno, es una idea que ya tenía hace tiempo pero con ciertos retoques.

Os pongo una tweet-conversación:

– «Las adversidades hacen grande el triunfo» – @PapelImaginado

– «No existe el triunfo, sólo personas que se saben vencedoras» – @MMunera

– «Ya es bastante. Uno es lo que piensa que es ;)» – @PapelImaginado

– «No soy amigo de las ideas. No se puede ser un concepto porque sin el lenguaje no seríamos nada. Para ser solo hay que sentir». – @MMunera

– «Entonces sentiremos que somos ;)» – @PapelImaginado

(Gracias de paso a @PapelImaginado por la conversación)

Lo que viene a decir que somos poco más o menos exclavos del lenguaje, de la gramática y de las palabras en sí mismas y es algo que deberíamos tratar de mermar en la medida de lo posible. Si no pudiesemos expresar lo que queremos ser no podríamos ser nada morfosintácticamente hablando claro está.

Una mesa, por ejemplo. Uno puede imaginarla en su cabeza pero expresar su concepto de una forma no cualitativa es poco más o menos que imposible. Y ea, que soy consciente de lo hipócrita que puede resultar esto. El lenguaje y las formas de comunicación son lo que nos hacen una civilización y no hay que prescindir de ello. Pero por momentos nos vemos envueltos en datos, estadísticas y formas de comunicación cuantitativas basadas absolutamente en el lenguaje.

La unidad como concepto. La universalidad de las matemáticas. El número Pi. Lo puedes llamar como te salga de allí mismo pero «uno» de lo que sea es «uno» aquí y a cien años luz. Y con la relación del radio respecto del perímetro de una circunferencia pasa lo mismo. En el idioma que sea. Una unidad es una unidad. Y pi es pi.

¿Los sistemas de referencia influyen? Por supuesto, no vengo yo ahora a tirar por tierra toda la relatividad de Einstein (la especial, no la general). Las cosas mejor verlas como un niño, sabiendo sus características sin ponerles nombre. Obviando la dureza y el peso, la blancura y su utilidad. La memoria de la materia es infinita, no lo olvidemos. Así hacemos todo más humano y de paso avivamos el niño que todos llevamos dentro. Es un esfuerzo bastante metafísico y suena a comedura de tarro de cojones, lo sé, pero por momentos mola.

Lo que vengo a decir es que ya no todo depende sólo de como lo percibamos (que también) sino que depende de como lo contemos y eso acota el significado final de las cosas. Se merma el contenido de la información porque las ideas son de cada uno y en el camino se obvian detalles que no son «tan triviales». Nada es explicable al 100%.

Hay gente que vive para contarlo. Yo prefiero decir que hay gente que vive para sentirlo.

Sentido común

Y te asaltan los problemas, desencuentros y demás… y te calientas. Es más, estás muy cerca del punto de no retorno. Parece, a priori, que ya no hay solución. Que todo lo que digas no es que vaya a jugar en tu contra (que también) es que va a jugar en contra de la empatía colectiva.

Haz una pausa. Recapacita durante un segundo y formulate la siguiente pregunta.

Dentro de 50 años, cuando repase mi trayectoria, este momento, por el que estoy discutiendo y perdiendo los papeles… ¿será uno de los días más importantes mi vida? ¿lo recordaré? ¿lo haré?

Probablemente la mayoría de las veces en las que te hagas esa pregunta la respuesta sea negativa así que pasando. La mayoría de nimiedades por las que a diario veo discutir podrían quedarse en un simple y llano «Venga, no pasa nada» por cualquiera de las partes y sin embargo, muchas veces (por suerte hay gente con sentido común), no es así.

Que si la vida ya es complicada por sí sola no te la compliques más de lo necesario. A mí, preguntarme eso, me sirve. Si no, date por jodido.

La publicidad que no tolero, que es mucha.

Hablaba ayer o anteayer, vayaustéasaberporqué, acerca de la publicidad y demás artimañas comerciales con las que tenemos que lidiar todos los días. Es, con mucho, uno de los temas que más me joden. La «gratuicidad» a la hora de imponer la idea en la que debemos aceptar per se que la publidad es ya no útil, que también, sino necesaria.

Seamos serios, en ciertos casos la publicidad es el mayor eufemismo de tergiversar que existe. Es una «artimaña» mediante la cual se trata de tornar nuestros procesos de selección a través de la percepción. No hay publicidad no-subliminal porque toda publicidad desea y tiene como objetivo, como mínimo, ascender en tu pirámide mental de producto. Imponer su logo, su eslogan, su estilo por encima del resto llevando a cabo todo eso que conlleva la llamada «imagen de marca». A veces con la subliminalidad, con la mera asociación de ideas no implícita directamente pero sí sugerida (en el ejemplo campeones-iberia, «Asocia y verás» parece decir). Otras por la mera repetición a cascoporro del anuncio en sí. De pagar por estar en televisiones, webs, carteles de carretera; esa forma en la que simplemente por la desidia inherente del ser humano llegamos a aceptar unas marcas por encima de otras sólo porque las hemos visto más y no nos cuestionamos, como ellos desean, si la calidad final y verdadera corresponde con la calidad de lo anunciado… que no es lo mismo. Sigue leyendo

De la conducta humana, el porqué y el para qué de nuestros actos.

Ayer bajé un rato a echar las horas en el parque, algo que creo no dejaré de hacer nunca dicho sea de paso. Hablamos en petit comité acerca de la conducta humana, del porqué y el para qué hacemos las cosas y de si realmente todo lo que hacemos está intrínsecamente ligado a un fin, un objetivo.
Por supuesto, como en todo este tipo de conversaciones onirico-filosóficas hubo, hay y habrá varias vertientes y opiniones. Todas ellas respetables por supuesto. Y hago un inciso; porque es lo bueno que tengo o tenemos mis amigos y yo que, con algún que otro matiz, siempre solemos respetarnos los turnos a la hora de hablar. No es algo que se prepare y a veces no funciona pero al menos las conversaciones no se acaban por convertir en un sucedáneo de un coloquio futbolero. Aunque todo es desglosable en ideas más básicas sí que hubo dos que predominaron sobre el resto y son las que paso a explicar no sin antes recordar la pregunta para que os situeis mejor. Todo lo que hacemos… ¿lo hacemos por y para algo? Sigue leyendo

Optimismo y geometría

La semana pasada estuve cenando en casa de uno de mis mejores amigos. Él es probablemente una de las pocas personas que tiene conocimiento de mi obsesión por la geometría, por la búsqueda de casualidades trigonométricas y demás chochos mentales a los que me someto.

El caso es que mientras preparábamos una pizza y demás y observando con detenimiento todos los vértices y aristas que componían el mobiliario de su cocina ví, con cierto asombro, una gran casualidad (esto no tiene mucho sentido, porque si no fuese «gran» no sería casualidad, a veces soy un semántico de mierda, lo se) en la forma en que se disponían líneas y sombras. La imagen que acompaña a esta entrada os puede servir para haceros una idea de lo que quiero decir. En ese hueco de la campana extractora que se disponía sobre la vitrocerámica se juntaban, en el punto de unión de la vertical desde la vitrocerámica hasta el «techo» de la campana junto con sus dos catetos, otras tres líneas de sombras perfectas de otros enseres (muebles y tal). Lo verdaderamente «asombroso» de todo esto es que la luz que hacía posible la generación de esas sombras no era más que una bombilla colgada del techo de un cable, sin plafón alguno (se ha mudado hace poco, y le faltan pequeños detalles, no se lo tengais en cuenta, el chaval tiene otros detalles jejeje) enrollado sobre si mismo de una forma completamente aleatoria. Es decir, si movías esa bombilla un milímetro en la dirección que fuera sobre la esfera imaginaria de su órbita toda esta entrada no existiría.

Lo que en realidad quiero decir (que estoy empezando a divagar otra vez…) es que muchas de las grandes cosas que se pueden observar a diario en esta vida no se encuentran, se buscan. Y extrapolemos todo esto a las personas, que es a lo que voy. Todos, sin distinción, nos relacionamos cada día con numerosas personas, desde el panadero, pasando por nuestros compañeros de trabajo hasta llegar a familiares y amigos. Pues bien, hay ciertas personas a las que les es más difícil mostrarse, darse a conocer o simplemente abrir esa serie de pensamientos o inquietudes que todos podemos llegar a tener. También, por supuesto, hay otras a las que no.

Creo que, en el fondo, nadie es buena persona per se. Es algo que se recibe. Necesitas de un observador, empíricamente hablando, para que esto sea una realidad (¿suena el árbol que se cae en el bosque si nadie lo escucha?) para que no se quede en el tintero. Si alguna vez se llegase al punto en que sólo quedase un ser humano en la tierra -vayaustéasaberporqué- ese sería al uso la mejor y la peor persona del mundo. Creo entonces que debemos tratar de buscar lo bueno de las personas y tratar de confiar en ellas. De creer en el karma como concepto no como forma onírica de comeflores. En que el hacer buenas acciones tiene su recompensa. Entre todos nos podemos hacer mejores personas con el mero hecho de buscar unos dentro de los otros y de, en consecuencia, hacernoslo saber. Mejorar es un camino y es tarea de todos. Empecemos por uno mismo, por supuesto, pero no nos quedemos ahí… tratemos de mejorarnos unos a otros. De hacernos saber toda esa serie de bondades y defectos que nos observamos en nuestro papel de testigo para con los demás para que no se olvide lo que no debemos cambiar y, por supuesto, podamos pulir esos detalles que nos molestan o incomodan.

Agradezco eso a la gente que se deja encontrar! Suerte la mía! Hakuna matata!

Yo también estoy hasta las pelotas.

Así, hablando en plata. Y enumero.

Estoy hasta las pelotas de la demagogia, de  leer titulares como ‘El iPhone, sinómino de una gran vida sexual’, de la trata de mujeres, de topicazos, estereotipos y clichés varios tales cómo «Yo no separo la basura porque luego lo mezclan todo» o «Jóvenes: Ni estudian ni trabajan»  como si no tuviésemos inquietudes. Me toca la polla sobremanera comentarios de ese estilo y me parecen de un mal gusto insoportable. Desmonta tópicos

Estoy hasta las pelotas de un sistema económico y social basado en la sobrinocracia, el enchufismo. De que en una entrevista cuando salga a la luz la frase «Buscamos gente proactiva» en realidad quieran decir «Buscamos gente que nos chupe la polla». Eufemismos del siglo XXI.

Estoy hasta las pelotas de que nos quieran hacer creer que las guerras son necesarias para el progreso y de que sea necesario dicho progreso, de que el hecho de quedarnos estancados con una calidad de vida tal y como la que tenemos ahora sea inviable y de que conceptos como crecimiento cero o desarrollo sostenible sean poco más o menos que utopías.

Estoy hasta las pelotas de que la sociedad se base en la propiedad privada y no en la empatía, de que la gente pierda el reir o el no querer nada a cambio por el camino, mientras «maduran», mientras quieren más $$$

Estoy hasta las pelotas de ese que en un semáforo en rojo siempre deje su coche algo por delante del tuyo, de que la competición se haya llevado a extremos cotidianos. De que la gente no confíe en el karma, en que el hacer cosas buenas conlleva cosas buenas y sí en el «no te dejes pisar, adelantaté y se más listo».

Estoy hasta las pelotas del politiqueo de mierda que tenemos que aguantar, de un gobierno que no tiene ni puta idea y de una oposición opresiva y agresiva que solo fomenta el mal estado general de todos. Si así se hacen las cosas apaga y vamonos.

Estoy hasta las pelotas del racismo, del pensamiento retrógrada en inhumano que hace pensar a ciertas personas que este trozo de tierra es más suyo que de otro de algún otro lugar. Del no caer en que la familia, el país, el color de piel, la educación y demás cosas fundamentales y vinculantes para con tu forma de ser NO SE ELIGEN. El mundo es de todos cojones ya.

Hasta las pelotas estoy también de las pocas inquietudes de muchos a la hora de consumir cultura, de quedarse con la cortecita de las cosas, de no indagar, de no tratar de ver si hay algo que le guste que aún no conozca, del borreguismo, del reggeton y de su puta madre. Y eso que yo, podría hacerlo mucho más de lo que lo hago.

Y sobre todo estoy hasta las pelotas de que a los que pensamos así se nos tache de idealistas, utópicos. Como si esto no fuese posible. Señores para alcanzar el cambio se empieza por cambiar. Quejarse está de puta madre, sí, como si de un cantante de rap se tratase pero con eso no basta, hay que salir a la calle, trasmitir buen rollo a la gente. El otro día le ofrecí a una señora al salir del mercadona sayudarla a llevar las bolsas hasta donde tuviese que llevarlas y con cara de asombro y voz entrecortada me soltó un «No, gracias…». Pues nada. No se de quien será culpa esa desconfianza pero si no logramos confiar en las personas esto está poco más o menos que bien jodido. Allá cada uno.

Yo de momento me permito el lujazo de soltar aquí toda esta mierda aún a sabiendas de que es un texto propenso a ser etiquetado. El optimismo está infravalorado y me apetece trasmitir esta serie de pensamientos que a mi modo de ver aún fallan en una sociedad como la actual. Hay que trasgredir un poco y no dejarse pisar. Decir lo que se piensa sin miedo a ser juzgado.

Percepción

Nada es más inmutable para cada uno de nosotros como lo es la percepción. Si todo depende de ella, el hecho de que la gran mayoría de nosotros estemos de acuerdo en algo, empíricamente hablando y bajo nuestro modelo y forma de observar, hace que, en mi opinión, todo sea 99 % verdad y 99 % falso.

Ea, que todo depende de todo. Nunca, bajo ningún concepto, te veas cargado de tanta razón como para asegurar que alguien está equivocado.

Psé… de Inception, la ciencia ficción y demás chochos mentales…

Vale, ayer fuí al cine a ver Inception, esta película de la que llevaba tanto tiempo detrás y que no sólo no me ha drefaudado sino que ha conseguido paliar todo ese hype con el que salí ayer por la tarde dirección Kinépolis. Voy a tratar de ser escueto a la hora de hacer destripes y demás. En cualquier caso si no has visto la película te recomiendaría que no sigas leyendo. Todo lo que aquí voy a escribir esta vez podría ser, sin serlo, un spoiler monumental de el filme en sí.

Sigo.

Creo que cualquier persona que haya visto la película se habrá formulado en los cinco minutos adyacentes al final del visionado la siguiente pregunta.

¿Cómo saber qué es real?

Matrix ya hablaba de ello. Ya se enchufaban a máquinas para ir a otra serie de lugares y sí, también había arquitectos y demás pero, y soy bastante tajante en este sentido, el que quiera comparar Inception con Matrix no ha entendido nada. El tufillo de la una a la otra se huele a la legua y existen una serie de paralelismos y similitudes bastante claros pero el trasfondo no es el mismo.

Y sigo con la pregunta, que me desvío. Decía House con más acierto que otra cosa en el capítulo final de la segunda temporada lo siguiente:

«Si mi percepción está alterada mi capacidad de discernir también» – Gregory House

Y es que (creo, todo esto es una opinión, no discrimino otras que quede claro) nunca partiendo de una mentira se puede llegar a una verdad. O mejor dicho, nunca partiendo de una no-verdad se puede llegar a una realidad. Las premisas falsas acaban en falacias. De hecho, a modo de comentario sensacionalista y demagógico, diría que en esta sociedad ni desde una premisa verdadera se puede llegar a una verdad-realidad inmutable. Este tema es bastante amplio, podría ponerme a divagar de una forma exacerbada con yo que sé la Relatividad General de Einstein, La interpretación de los sueños de Freud o la Teoría de las ideas de Platón pero carecería de sentido porque la paja mental de la peli ya es, de por sí, tocapelotas.

De hecho aunque en forma parezca lo mismo creo que no lo es y la forma de formular la pregunta anterior influye. Ya no es tanto el cómo saber qué es real sino el saber qué es lo que hace a una cosa real o imaginaria.

¿Si se puede tocar es real? ¿Si se puede oler es real? ¿Si se puede amar es real? Y es cuando entramos con las preguntas que joden. Las que se salen del ámbito científico y entran dentro de lo abstractonírico-esotérico. Porque siendo cabrón esto son todo procesos de nuestro cerebro, de hormonas que nos hacen pensar que estamos oliendo algo o amando algo. Porque se pueden tener mariposas en el estómago soñando. Estímulos vaya. Que sí joder, todos hemos tenido un sueño muy muy muy real. Todos, sin distinción. Y si no, lo siento por tí lector porque mola soñar. A un servidor le mola. Pero claro, ¿se puede amar en un sueño? Encontrar a tu media naranja en un sueño tiene que ser jodido. Useasé, te conoces en la vida real, te enamoras de la idea de el/ella en la imaginaria, te caes de la cama y a currar. Así, jodiendo la marrana.

Pero si hay una pregunta que la película hace que te hagas que toca realmente los cojones es ¿aceptarías vivir en un sueño si te garantizasen que no sabrías que lo es? ¿en un sueño a tu antojo? Ea, ¿cogerías la pastilla azúl o la roja? ¿ojos que no ven, corazón que no siente? o mejor dicho… ¿meterías en una baticao a tu parte consciente y a la subcosciente y que le den? Va venga, vamos a pinchar… si te fueran infiel ¿querrías que te lo contasen?

Todo esta serie de dilemas éticos han estado presentes en muchas películas de ciencia ficción a lo largo de la historia y ya que el tema va de eso me voy a permitir el lujazo de dejar mi Top 5 particular del género.

2001: Una odisea en el espacio

Blade Runner

Inception

Matrix

Regreso al futuro 1 y 2

Me dejo en el tintero muchas más películas que me encantan como Gattaca, Minority Report, Moon (peliculón oiga!), Dune, 12 Monos, Terminator 2, District 9 y algunas más…

Ea, yo lo dejo ahí, cada uno que saque sus propias conclusiones. Intentar meteros otras en la cabeza sería de cabrón. A parte es por lo que la ciencia ficción es mi género favorito. Porque es como ver una película y leer un libro a la vez, encendiendo esa parte de tí que te lleva a imaginar y a hacerte preguntas.


Ilusión

Había una vez un campesino gordo y feo
que se había enamorado (¿cómo no?)
de una princesa hermosa y rubia…
Un día, la princesa -vaya usted a saber porqué-
dió un beso al feo y gordo campesino…
y mágicamente, éste se transformó en un esbelto y apuesto príncipe.

(Por lo menos así lo veía ella…)

(Por lo menos así se sentía él…)

De Jorge Bucay en Cartas para Claudia, 1982.

Este pequeño ensayo no viene a decir otra cosa más que la belleza como tal es esclava de la subjetividad. A día de hoy quizá haya demasiados canones de belleza establecidos, pero yo pienso que el amor no entiende de canones, el amor es un instinto y actua como tal. De esta forma, podemos tratar la belleza como una característica cualitativa pero no cuantitativa. La belleza no se puede medir, primero, porque cuerpo y alma van de la mano, ergo, la belleza reside tanto en uno como en el otro.

Segundo y más importante, uno no posee la belleza, la recibe, porque alguien te la da. La belleza reside en los ojos y en el corazón del que la aprecia y no de aquel que se mira en un espejo.